Poco a poco nos vamos acercando, one step at a time, a esa visión de la ciencia sin adjetivos: ciencia a secas.
Con esta idea, Luisa Barbosa, coordinadora de proyectos internacionales en el Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad de la Universitat Pompeu Fabra (CCS-UPF), concluyó la mesa redonda “Responsabilidad e impacto social de la ciencia”, que se celebró el pasado 26 de noviembre en el marco de la 26ta edición del Máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental de la UPF-Barcelona School of Management.
Llevando este pensamiento a iniciativas tangibles, en la mesa también intervinieron Isidro Aguillo, responsable del Laboratorio de Cibermetría del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); Clara Armengou, project and communications manager del Directory of Open Access Journals (DOAJ) y Gema Revuelta, directora del máster e investigadora principal de la UPF en el proyecto SuperMORRI.
“Es necesario abrirnos [los científicos] a la sociedad, a los medios de comunicación, a las ONG y a las empresas”, apuntó Isidro. De acuerdo, pero… ¿Por qué? Motivos hay de sobras y cada uno de los ponentes ofreció su punto de vista.
Isidro explicó que una de las ventajas de abrirse a la sociedad es el retorno de valor en forma de métricas no formales. Por ejemplo: con las altmétricas se puede conocer cuántos like ha obtenido un tuit sobre tu última investigación, mediante las usométricas es posible saber cuántas veces se ha descargado un documento y las webométricas o cibermétricas permiten cuantificar los datos que contiene la web de una institución productora de ciencia.
En este sentido, Clara destacó que las prácticas tradicionales para evaluar la actividad científica se están poniendo en duda: el factor de impacto de una revista (FI) no puede seguir siendo la medida para valorar el prestigio de un investigador. Y esto no es un tema baladí, porque “de prestigio se alimentan los científicos”, comentó Gema.
Clara incidió en la obligación y el deber moral de hacer la investigación accesible, en Open Access (OA), cediendo los derechos de uso de una publicación sin restricciones, así como en el orgullo que supone para un investigador saber que la calidad de su trabajo engrandece la ciencia.
Sin embargo, la idea de compartir tan abiertamente no está exenta de temor, como sugirieron algunos miembros del público: ¿es justo que un científico publique en una revista indexada un artículo inspirado en un trabajo que sus colegas ofrecieron generosamente? Como bien observó Luisa, esto no es nada nuevo: la mala praxis existe desde mucho antes del modelo OA.
¿Y cómo sobreviven las revistas de acceso abierto? Clara informó que, mayormente, forman parte de una universidad o pertenecen a un gran grupo editorial. “El OA no es un modelo de negocio”.

Metáfora del hongo. Eva Méndez PhD in Library and Information Sciences, President of the Open Science Policy Platform, Prof @UC3M.
Realmente, la clave está en poner el foco en la ciencia y no en los científicos; todo un cambio de mentalidad. Luisa utilizó las metáforas del árbol, el arcoíris y el hongo para defender la cultura de la Open Science (OS): la producción de conocimiento en abierto aporta, entre muchos beneficios, integridad, visibilidad, eficiencia y ventajas económicas, con un impacto que se ramifica en terrenos institucionales, sociales y globales.
Y entre esos beneficios, también se encuentran los modelos de evaluación inclusivos basados en indicadores de Responsible Research and Innovation (RRI), como los que se buscan crear, en palabras de Gema, en el marco del SuperMoRRI. Gema expuso que uno de los motivos para abrirse a la sociedad es ir un paso más allá de las obligaciones normativas y alinear la investigación con los valores, las necesidades y las expectativas sociales.
Aunque son grandes iniciativas, existe una gran oposición a asumir que la ciencia deba ser generosa, transparente y responsable. Por una parte, los altos poderes favorecen el libre mercado y, con él, los abundantes réditos que reciben los grandes grupos editoriales. Por otro lado, dentro de la propia comunidad científica existe un recelo basado en concepciones anticuadas. En este sentido, Isidro aportó una anécdota curiosa: una buena parte de los académicos de Estados Unidos no están de acuerdo con el modelo OS por una cuestión terminológica: ¡no consideran que las Humanidades sean ciencias!
Así pues, aunque nos encontremos en una época de transición en la que la ciencia aún se distingue entre abierta u opaca, cierto es que se están realizando grandes esfuerzos para lograr que la transparencia sea una cualidad inherente del proceso científico.
Florencia Florido (@FlorenScience)
Este blog cuenta con la colaboración de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología – Ministerio de Ciencia e Innovación